Teresa de Ávila

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15 octubre 2015

De la “historia” por entregas (con su capítulo para santa Teresa)

Entre la numerosa literatura popular que se difundió enormemente en el siglo XVIII –obritas de carácter escolar y devocional, relaciones de comedias, almanaques, pronósticos, lunarios y calendarios, relaciones de sucesos, etc.– «se editaron manejables y económicas ediciones de tamaño cuarto y octavo de textos muy conocidos por el gran público. Los editores, que trataban de hacer asequibles las obras haciendo digests, es decir, abreviando los originales, acercaban la literatura a nuevos públicos en un siglo de pervivencias, de reescrituras, de reediciones, de traducciones» (García Collado 2003: 412). Entre estas obras resumidas, la autora cita el Teatro crítico de Feijoó.

Se está refiriendo sin duda a la obra que apareció con el título Feijoò critico-moral, y reflexivo de su theatro sobre errores comunes: con un breve resumen de cada uno de sus discursos, firmada por Leonardo Antonio de la Cuesta y publicada en Madrid por Manuel Martin, 1764-1765, en 10 tomos. Esta obra se menciona en otra publicación muy extensa del mismo autor, el Estado sagrado chronologico, genealogico, y universal del mundo (Madrid: Manuel Martín, 1765-1767, 12 tomos). Ambas –en especial nos ocuparemos de la segunda– nos interesan por su forma de publicación y difusión (cf. Aguilar Piñal, II: nos. 5806 y 5807).

En ambas aparece como impresor Manuel Martín, que fue un activo librero e impresor, gran conocedor del mercado, famoso por sus ediciones baratas y manejables del 22372 1Quijote, preocupado por hacer

llegar sus libros a ricos y pobres y especialista en la difusión de obras por fascículos. Tenía además sus «pujos de escritor» (Rodríguez-Moñino) y a él se debe la preparación literaria de muchos de sus digests (cf. la lista de obras editadas por él en Aguilar Piñal, V: págs. 447-456: Martín, Manuel Josef) (cf. Rodríguez-Cepeda).

Cuando se examinan los paratextos del Estado sagrado, llaman la atención del lector las primeras palabras de la dedicatoria que el impresor Manuel Martín dirige a fray Joaquín de Osma, del Consejo de la Inquisición: «Corto es el don, que ofrezco a V. Illma., pues no es más que un pequeño cuaderno que hasta arribar a ser libro, aún le faltan algunos días, y algunas hojas y, siendo tan corto aún se representará menor puesto en las manos de un Héroe tan elevado», y son llamativas porque lo que el lector tiene en sus manos es un tomo de 512 páginas, más los índices.

Al leer la portada ya nos habrá sorprendido el anuncio publicitario del librero o distribuidor de la edición: «se hallará todos los martes en la librería de Castillo, frente de San Phelipe, y en su puesto de la Lonja».

Saldremos de estas perplejidades cuando sigamos leyendo los preliminares. En el prólogo al lector se indica: «La obra es muy divertida para todo género de personas, especialmente para los católicos. Darétela en papeles todas las semanas, como te he dado las Reflexiones de Feijoó, y unidas las planas para que formen un tomo perfecto, y sin intervalo alguno. Al principio de cada tomo se dará un índice compendioso de todo lo que trata, para que veas a primera vista todo lo que contiene».

Aunque la siguiente definición está tomada de un estudio dedicado al siglo XIX, se ajusta perfectamente a nuestro caso: las producciones por entregas son «las que no llegan al lector o consumidor en una obra completa, sino por cuadernos o pliegos, a los que suelen acompañar ilustraciones fuera del texto o incluidas en él»; y están constituidas «en la mayoría de los casos por dos fascículos de 16 páginas cada uno» {Botrel 1974: 111 y 114}.

Efectivamente, el contenido del Estado sagrado se divide en «compendios», que materialmente ocupan cada uno dos cuadernillos de 8 hojas, es decir, 32 páginas por entrega. Estos capítulos aparecen completos, textualmente y como unidad tipográfica y editorial, de modo que no es necesario –como ocurrirá con las novelas, que necesitaban crear suspense y ansías de la nueva entrega–, esperar una semana para concluir. Al parecer, el impresor tuvo dificultades al principio para ajustar el texto a esa cantidad de páginas, puesto que a simple vista se advierte un cambio en el interlineado en los finales de los primeros compendios (y pliegos) (por ejemplo, en las páginas 61-64, 91-96, 125-128 del primer tomo).

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¿Qué tiene esto que ver con Teresa de Ávila?, dirán ustedes. Sencillamente, que en este curioso producto editorial, formado por numerosas anécdotas procedentes de la historia sagrada y universal, en el tomo XI, páginas 417-419, dedica un breve texto a la santa, que, sin aportar nada sobre ella, nos ha gustado por su apasionada retórica náutica y que presentamos al curioso lector en el día de su festividad:

«La gran madre santa Teresa de Jesús llegó en este año de 1582 a los últimos términos de su santísima vida. Redujo esta santa su instituto a la primera regla, primitiva, de penitencia, aspereza, soledad, silencio, vestido de sarga, lo cual tuvo principios en aquellos santos profetas antiguos, Elías y Eliseo sobre el monte Carmelo, de donde tomaron nombre de carmelitas. Esta santa mujer verdaderamente varonil, Teresa de Jesús, se hizo piloto de esta nave: tomó el timón, levantó las velas, desencalló la nave, dio ánimo a los remeros, y en fin enseñó con la experiencia ser posible y fácil lo que en otro tiempo fue dificultoso, y parecía imposible; pues hizo caminar la nave de su reforma, ayudada del Espíritu santo, y hoy día va caminando con próspero viento, y tanto fruto en el mundo, y toda la cristiandad, que se ha extendido hasta su más remotos fines. Dejó fundados esta gran madre antes de su muerte, así de religiosas, como de religiosos, estos conventos: en la ciudad de Ávila, que fue el primero; en Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Segovia, Beas, Sevilla, Caravaca, Villanueva de Jara, Palencia, Soria, Granada, Burgos, y Alba de Tormes, donde murió de edad de sesenta y siete años, seis meses y siete días».

Teresa de Ávila escribiendo

Alonso de Jesús María (O.C.D.), Peligros y reparos de la perfeccion y paz religiosa, Alcalá: Juan de Orduña, 1625, fol. [calderón]4r.

Bibliografía

Aguilar Piñal, Francisco, Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, Madrid: Instituto Miguel de Cervantes, 1981-2001.

Botrel, Jean-François, «La novela por entregas: unidad de creación y de consumo», en J.F. Botrel y S. Salaün (eds.), Creación y público en la literatura española,Madrid: Castalia, 1974, págs. 111-155.

García Collado, Mª Ángeles, «Para todos: pliegos y obras de surtido», en Víctor Infantes, François Lopez y Jean-François Botrel (eds.), Historia de la edición y de la lectura en España: 1472-1914, Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2003, págs. 408-412.

Rodríguez-Cepeda, Enrique, «Los Quijotes del siglo XVIII 1) La imprenta de Manuel Martín», Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America 8:1 (1988), págs. 61-104.

Rodríguez Moñino, Antonio, Historia de los catálogos de librería españoles (1661-1840): estudio bibliográfico, Madrid 1966, págs. 68-72.

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