Esta exposición, dedicada a la ilustración botánica, quiere mostrar la dificultad que entraña capturar en una sola imagen la vida de cualquier naturaleza móvil está presente ya en la antigüedad. Ya Plinio el Viejo, autor de una Historia natural, hablaba de ello al referirse a las imágenes de las plantas: «Pero también la pintura es engañosa [picutura fallax] al ser los colores tan numerosos, especialmente cuando se pretende imitar la naturaleza, y degenera en gran medida por la torpeza de los copistas. Además, es insuficiente pintar una única época de la vida de las plantas puesto que transforman su aspecto con los cambios que corresponden a las cuatro partes del año».

Con la llegada de la época moderna y la irrupción de la imprenta en los tratados botánicos, médicos y farmacológicos, ese viejo dilema resurge en todas las facetas de la producción del libro: no solo en los autores, sino también en los artistas y en los impresores. En todos ellos late de manera explícita o implícita la tensión entre dos posturas antagónicas: por un lado, quienes defenderán que la mejor representación es la que erradica todos los rasgos individuales de un ejemplar, alcanzando una imagen ideal, ausente de la realidad, sí, pero común en igual proporción a todas las plantas de su tipo, mientras, que, por otro, hubo quienes abogaron por plasmar una planta individual y concreta, real, incluso si esta tenía defectos o estaba ya marchita.

Esta exposición busca mostrar la raíz de este conflicto entre la realidad y su representación en la ilustración botánica científica a través de una selección de fondos de la Biblioteca General Histórica de la de la Universidad de Salamanca. Mediante los libros y materiales aquí escogidos se muestra este problema, pero también de las soluciones que a lo largo de los siglos, y de la mano de la evolución de los procesos técnicos, se han venido ofreciendo.

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