Acerca del “Calixtino de Salamanca”
15, julio, 2011
La reciente desaparición del Códice calixtino conservado en la catedral de Santiago de Compostela ha activado el interés por el ejemplar del Liber Sancti Iacobi --conocido como “Calixtino de Salamanca”-- conservado en nuestra Biblioteca. Se trata de un códice copiado en el siglo XIV en Santiago de Compostela, siguiendo el modelo del hoy desaparecido del siglo XII.
Formó parte de la biblioteca del Colegio Mayor San Bartolomé, pero a finales del siglo XVIII pasó a la Biblioteca real, donde se le sustituyó la encuadernación original por la actual de pasta española, y, finalmente, en 1954, fue devuelto a Salamanca e instalado en la sala de manuscritos de la Biblioteca universitaria con la signatura Ms. 2631.
Recopilado por iniciativa del obispo Diego Gelmírez, el Liber Sancti Iacobi fue ideado probablemente para hacer de Santiago de Compostela un gran centro de peregrinación y potenciar las rutas jacobeas. Consta de cinco libros, que contienen sermones y liturgias relacionadas con Santiago, las narraciones de sus milagros, el traslado de sus restos, la crónica de Carlomagno y finalmente una parte de gran valor documental, la Guía del peregrino, con información acerca de los hospitales, iglesias y ciudades que figuraban en las distintas rutas jacobeas.
El salmantino es uno de los pocos ejemplares medievales que permanecen de esta obra, junto con los conservados en el Archivo de la Corona de Aragón, en la Biblioteca vaticana y en la British Library. Resaltan en el códice salmantino las iniciales decoradas, las miniaturas de Santiago peregrino y a caballo, y, en especial, dos láminas con escenas explícitas sobre el poder del santo. En una de ellas, distribuida en tres planos, el rey, tras haber soñado con el santo, acude confiado y sonriente a la batalla ante la mirada extrañada de sus caballeros y la actitud resignada de la tropa a pie; todos –caballeros y campesinos-- lucen color en las mejillas, símbolo de vida. La segunda escena representa a los caídos en la batalla, con sus yelmos y mallas empapados en sangre y sus rostros ya pálidos, mientras las almas ascienden blancas al cielo, gracias a la oración de los monjes.